Origen e Historia | Fundación de la Orden | El Código y la Medida | Juego de Rol |
Fundación de la Orden
Vinas Solamnus fundó los Caballeros de Solamnia
en la Era de los Sueños, si bien esta organización apenas
ha cambiado con el discurrir de los siglos. Sus componentes suscriben dos
normas: el Código y la Medida. El Código se cifra en la divisa
Est Sularis Oth Mithas, o "El Honor es la Vida", juramento que se
hace al recibir el espaldarazo. La Medida, por su parte, consta de una
extensa colección de cánones y pautas, un compendio de muchos
volúmenes destinados a definir ese honor. Se trata de unos textos
complicados que sería muy trabajoso explicar, de manera que sólo
los esbozaremos sucintamente. Quienes deseen ahondar más hallarán
su edición integral, titulada La Medida, en la Gran Biblioteca
de Astinus de Palanthas.
Rige la hermandad el Gran Maese, que arbitra como
juez supremo en las cuestiones preponderantes de los caballeros y, por
ende, de la nación de Solamnia. En el escalafón inmediato
inferior se alinean tres dignidades, las de Guerrero Mayor, Sumo Sacerdote
y Primer Jurista, representativas de cada una de las Tres Órdenes
en que se divide la institución. Según la Medida, quienes
ostentan tales rangos son encarnaciones vivas del Honor, la Sabiduría
y la Lealtad. La tríada supervisa de un modo global todo cuanto
concierne a la entidad, si bien ninguno se interfiere en lo que específicamente
incumbe al otro como máxima autoridad de su propia Orden.
Estas tres Órdenes o sectores de los Caballeros
de Solamnia se denominan de la Rosa (honor), la Espada (sabiduría)
y la Corona (lealtad). Los escuderos que hacen méritos suficientes
para ingresar en la hermandad lo hacen bajo el estandarte de la Corona,
pues antes que nada deben aprender los principios y leyes de la lealtad.
No podrán promocionarse y saltar a la Orden de la Espada hasta dar
constancia de haber asimilado tales preceptos. Las pruebas son estrictas;
por un lado, hay que realizar proezas inimitables en la batalla y, por
otro, observar una intachable adhesión a la Medida en todas las
facetas de la vida. En la tercera sección, la de la Rosa, que es
la más selectiva, no son admitidos sino los aristócratas
de cuna. Ésa es la causa de que Huma quedara excluido, pese a que
muchos ven en él al mejor y más completo de los caballeros
en los reseñados aspectos de honorabilidad, saber y devoción.
El poder militar de los caballeros está cuidadosamente
estratificado. Tal como prescribe la Medida, las tres Órdenes deben
englobar veintiún ejércitos —siete de cada una— que, a su
vez, se ponen individualmente bajo los auspicios de tres mandos, uno por
sector, entre los que se elige a un cabecilla general pero con derechos
limitados. Esta estructura contribuye a templar las decisiones tomadas
en combate, puesto que han de ser sometidas a triple voto, al mismo tiempo
que propicia la unidad en la institución.
Cada caballero lleva un broche con el símbolo
de su Orden inscrito —una rosa, una espada o una corona— para sujetar la
capa a la armadura. Todos portan un escudo en cuya superficie aparece el
emblema de la entidad, un martín pescador de alas medio desplegadas
que aferra una espada entre sus garras y gira la cabeza hacia arriba, sosteniendo
una corona en la punta de su pico. Estos adornos los hacen reconocibles
dondequiera que vayan.
Cuando el Príncipe de los Sacerdotes de Istar
desató sobre Krynn la ira de los dioses y estos últimos,
en castigo al pecado de soberbia de los mortales, los aplastaron bajo una
montaña ígnea, la desolación que provocó tamaña
catástrofe —nos referimos, por supuesto, al Cataclismo— dejó
al mundo desbaratado durante años. Aunque su territorio no fue el
más perjudicado, el pueblo de Solamnia padeció como todos.
Los engendros del Mal, largo tiempo ausentes, retornaron.
En medio de tantos desastres, el pueblo se levantó
contra los Caballeros de Solamnia. Durante centurias los miembros de la
Orden habían velado por la paz y la seguridad del reino. Ahora,
sin embargo, en el momento más crítico de su devenir, estaban
impotentes. Se difundieron como la pólvora rumores de que habían
tenido una premonición del Cataclismo y no habían hecho nada
para prevenirlo. Siempre según voces maldicientes, algunos intentaban
sacar provecho del caos reinante aumentando sus haciendas.
Poco más tarde, aquellos hombres inocentes
eran abucheados e injuriados en público. Y se cometieron actos más
negros que el oprobio verbal: los paladines solámnicos fueron vilmente
asesinados, se allanaron sus castillos y se eliminó o mandó
al exilio sus familias. Tan disgregados quedaron que, para el gran vulgo,
la estirpe se extinguió.
También el tiempo —un elemento más
dañino que el Cataclismo y más implacable que el odio de
sus congéneres— jugó en contra de la hermandad. El Código
y la Medida los habían guiado, inalterables, a lo largo de un milenio.
Pero entretanto el mundo había cambiado, adoptado modos y modas
que los autores de su normativa no podían ni imaginar. La meticulosa
legislación por la que los caballeros regían sus acciones
estaba anticuada, había caído en desproporción, y
ya no daba respuestas a los interrogantes que suscitaban el constante evolucionar
de las personas y el paso de los lustros. La Medida era ley, sí,
mas una ley inflexible no moderada por un aunténtico sentido de
la equidad. Muchos de los nuevos soldados solámnicos se preguntaban
cuánto tardaría la justicia en demandar que se rompieran
sus férreas reglas.
Los caballeros que no quisieron abandonar su patria
hubieron de merodear por la región en secreto y bajo nombres supuestos.
No renunciaron, empero, a sus ideales ni al honor, y continuaron combatiendo
en la medida de sus posibilidades la perversidad que se adueñaba
a ojos vistas de Ansalon. Unos pocos, incapaces de tolerar resignadamente
su pérdida de posición, dejaron casas y heredades para establecerse
en Sancrist.
En la época de la Guerra de la Lanza están
vacantes todos los puestos de privilegio, es decir, los de Gran Maestre,
Guerrero Mayor, Sumo Sacerdote y Primer Jurista. Sólo hay, que se
sepa, sesenta y tres guerreros de las diferentes Órdenes, las cuales
compiten por tales cargos realizando heroicidades en la contienda. La tensión
alcanza cotas altas, pues la rivalidad se desarrolla tanto entre los individuos
como entre los sectores mismos. La tradición exige que sea un Caballero
de la Rosa quien acceda a la soberanía, al título de Gran
Maestre. No obstante, aún no ha descollado lo bastante para ser
aclamado unánimemente, y las disputas continúan.
Solamnia tiene la plata como patrón económico.
La unidad monetaria más preciada es el monarca de plata, a la que
le siguen los castillos y ducados del mismo metal. De todos ellos existen
equivalentes en cobre. Si se acuña una moneda de oro, se calcula
su valor en piezas de plata.
Tan de curso legal como el dinero son las leyendas,
en particular las dos que resumimos seguidamente.
Bedal Brightblade fue un héroe que luchó
él solo contra los nómadas del desierto, guardando un collado
de acceso a Solamnia hasta que llegaron refuerzos. Su espada, Filo Fulgurante,
era obra de los enanos y, si los testigos no mintieron, nunca se oxidaba
ni perdía el brillo, por muy vigoroso que fuera su uso. La tumba
del personaje está en algún lugar de las montañas
del sur. Hay quien piensa que Bedal resucitará y volverá
a Solamnia en la hora de las calamidades. Sturm Brightblade podría
ser descendiente de esta figura.
Huma Dragonbane, mítica personificación
del caballero sin mácula, formó un grupo para destruir a
los dragones y echarlos de Solamnia. Su historia, recogida por el bardo
elfo Quivalen Sath, está muy fragmentada. Algunos dudan de que existiera
jamás. Pero todavía sigue contándose el episodio del
último enfrentamiento entre Huma y la conductora de las huestes
reptilianas, así como el malhadado idilio del soldado y un Dragón
Plateado.
El heroico caballero mató a la perversa Reina
de la Oscuridad, transformada en Dragón de Cinco Cabezas, con ayuda
de su amada, pero fue herido mortalmente. Según algunos relatos
expiró en el campo de batalla, mientras que otros hablan de una
agonía de varios días, tan pavorosa que hasta los dioses
se condolieron de su sufrimiento. Al compartir su dolor, las divinidades
desencadenaron grandes tempestades sobre la tierra. Aún en la actualidad
se dice, cuando el rayo surca el cielo y ruge el trueno, que los hacedores
rinden tributo al valeroso Huma.
El soldado fue sepultado con solemnidad. Durante
muchas décadas, quienes aspiraban a enrolarse en la hermandad hacían
un peregrinaje a su sepulcro que —algunas fábulas así lo
explican— estaba esculpido en forma de Dragón Plateado. Al hundirse
Krynn en las tinieblas de la malignidad, la senda de la Tumba de Huma se
volvió sombría y azarosa. Poco después, la gente empezó
a cuestionarse su existencia. Se desconoce la localización de su
cadáver y el monumento donde yace.
El Código y la Medida
Se publican a continuación algunos epígrafes
de La Medida de los Caballeros, extraídos de los manuscritos de
Vinas Solamnus y sus sucesores. Recuerdo al lector qe el documento en su
totalidad comprende treina y seis tomos.
El Código gobierna todo lo que es y hace
un caballero. Es la sangre que corre por sus venas, algo más sagrado
que la vida misma.
Da la Medida de un caballero su cumplimiento del
Código. Lo juzgamos contra la Medida y por la Medida. La Medida
de la Rosa aquilata la divina Sabiduría de los caballeros. La Medida
de la Espada aquilata la disciplina del Honor. La Medida de la Corona aquilata
la Lealtad y la Obediencia.
Organización de los Caballeros Beligerantes
Los soldados que se baten en defensa del reino y
del honor han de formar sus tropas tal como estipula la Medida.
Los ejércitos tendrán tres brigadas,
comandada cada una de ellas por un caballero con grado militar de una de
las tres Órdenes. Mandará al grueso un Coronel Guerrero,
uno de los tres que dirigen las brigadas. Dicho Coronel Guerrero será
elegido por consenso mayoritario de los tres caballeros con grado que capitanean
las brigadas, y debe ejemplificar los más elevados ideales de la
hermandad.
Si cae en la liza un caballero con grado, ocupará
otro su puesto. De fallecer el Coronel Guerrero, cada uno de los caballeros
con grado conducirá a su propia brigada y se nombrará uno
provisional para guiar a la que haya quedado sin dirigente, hasta que pueda
convocarse un Consejo Plenario.
Consejo Plenario
Estos consejos se celebrarán según
se describe en la Medida. Para que tengan efecto deberán estar presentes
tres caballeros con grado, uno de cada Orden de Caballeros. Si alguna de
las Órdenes no puede enviar representación oficial, asistirá
en su lugar un caballero raso.
Los consejos se reunirán para los siguientes
cometidos:
1.- Determinar estrategias de guerra
2.- Asignar funciones para guerras y batallas
3.- Seleccionar al Coronel Guerrero antes de una
confrontación
4.- Presentar cargos sobre conducta indigna, y dictar
sentencia
5.- Honrar a quienes hayan actuado gallardamente
en el campo del honor
6.- Dilucidar cuestiones relativas a la Medida
Órdenes Caballerescas y la Medida
La Orden de la Rosa toma su Medida de las hazañas
que entrañan sabiduría y justicia. Ejemplos: apiadarse de
los menos afortunados, sacrificar la vida en beneficio del prójimo,
defender la Medida con desprecio del bienestar propio, proteger las vidas
de los compañeros de la hermandad y cuidar de que no se destroce
ni se siegue una vida en vano.
La Orden de la Espada toma su Medida de las obras
demostrativas de heroísmo y coraje. Ejemplos: enfrentarse al mal
sin consideración por el sufrimiento físico, aceptar un desafío
de pelea en honor de la hermandad, defender ese honor a capa y espada,
salvaguardar la honra de un compañero y proteger a los indefensos
y desamparados.
La Orden de la Corona toma su Medida de las muestras
de obediencia y lealtad dadas a los rangos superiores según lo acordado
en las Asambleas del Poder Supremo. Ejemplos: obediencia sin vacilaciones
ni réplica a aquellos cuya autoridad sancionan los Consejos Plenarios,
devoción a los ideales de la Medida, fidelidad a los caballeros
de todas las Órdenes, y cualquier otra actividad tendente a fortalecer
la lealtad propia y ajena.
Ningún caballero hallado en falta respecto
a los dictámenes de la Medida, sea cual fuere su Orden, podrá
comandar a otros en lucha armada ni participar en consejos hasta que se
arrepienta de sus afrentas a la hermandad.
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Pericia en no armas
Con Bonificación: Cabalgar por el suelo
Recomendadas: Curación, heráldica, leer/escribir, luchar
a ciegas, manejo de animales, resistencia
Equipo
Un Caballero de Solamnia debe gastar sus monedas de acero iniciales
en al menos dos armas: una lanza de jinete y una espada.