Canción fúnebre Kender

Antes de lo esperado, la primavera volvía.
El mundo, alegre, giraba en torno a los soles.
El aire, impregnado de aromas de hierba y de flores,
la cálida caricia del sol recibía.

Siempre, antes, podía explicarse
de la tierra la creciente oscuridad,
cómo la lluvia, en su voluptuosidad,
engendraba helechos donde posarse.

Mas ahora todo aquello olvido,
cómo sobrevive una veta de oro,
cómo la primavera ofrece sus tesoros.
De la vida reniego, y también del nido.

Ahora recuerdo la invernal estación;
y el otoño, y el calor del estío,
dejan paso en la noche de mi ser baldío
a una negrura que empaña el corazón.